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La historia de Estados Unidos es un relato lleno de emociones. Desde sus humildes comienzos como un conjunto de colonias británicas en el siglo XVII hasta su posición como una de las superpotencias más influyentes del mundo, Estados Unidos ha pasado por transformaciones profundas que han moldeado no solo su destino, sino también el curso de la historia mundial.
Los pueblos indígenas
Los primeros pobladores de lo que hoy es Estados Unidos no fueron los colonos europeos, sino los pueblos indígenas.
La teoría más ampliamente aceptada por los arqueólogos e historiadores sugiere que los primeros humanos llegaron a América del Norte hace más de 15,000 años. Estos primeros pobladores cruzaron desde Asia a América a través de un puente de tierra conocido como Beringia, que conectaba lo que hoy es Siberia con Alaska, el actual estrecho de Bering. Este puente de tierra existía durante la última Edad de Hielo, cuando los niveles del mar eran más bajos, exponiendo grandes extensiones de tierra.
Con el tiempo, estos grupos de cazadores-recolectores comenzaron a dispersarse hacia el sur y el este, explorando y poblando vastas áreas del continente. Esta migración dio lugar a una enorme diversidad de culturas, lenguas y modos de vida adaptados a los distintos entornos que encontraron en el camino.
A lo largo de milenios, estos primeros pobladores desarrollaron culturas y civilizaciones sofisticadas, algunas de las cuales dejaron impresionantes vestigios arqueológicos y legados culturales.
Los pueblos indígenas de América del Norte eran increíblemente diversos. Se estima que, antes del contacto con los europeos, en América del Norte se hablaban entre 300 y 600 lenguas distintas, agrupadas en unas 50 familias lingüísticas. Estas lenguas reflejaban la diversidad cultural de los pueblos indígenas, que tenían diferentes modos de vida, creencias religiosas, estructuras sociales y sistemas políticos.
Dentro de esos pueblos, los más conocidos popularmente son los pueblos de las Grandes Llanuras, como los Sioux, Cheyenne y Comanche, son conocidos por su modo de vida nómada basado en la caza del bisonte. Estos pueblos tenían complejas sociedades y se dedicaban a otras actividades como la agricultura.
Pero este estilo de vida se acercaba a su fin.
Los españoles
En 1492 Colón llega a América. Pero pasarían unos años antes de que los europeos se acercaran por lo que hoy es Estados Unidos.
El primer británico que se tiene registrado en llegar a lo que hoy es Estados Unidos fue John Cabot (Giovanni Caboto), un navegante italiano al servicio de Inglaterra. En 1497, Cabot realizó una expedición que lo llevó a las costas de lo que hoy conocemos como América del Norte, probablemente en la región de Terranova o Labrador, aunque no se puede determinar con exactitud el lugar exacto de su desembarco.
Pero los británicos no llegaron a establecer asentamientos permanentes en América hasta muchos años después.
Mientras en el sur, los españoles empezaron a descubrir territorios. Uno de los primeros fue Juan Ponce de León, quien en 1513 llegó a la península de Florida y reclamó el territorio para la Corona Española.
En el año 1539 comienza la expedición de Hernando de Soto que en los años siguientes exploró vastas áreas del sureste de Estados Unidos, desde Florida hasta el río Misisipi.
En 1565 Pedro Menéndez de Avilés funda en Florida San Agustín, que es el asentamiento europeo continuamente habitado más antiguo de Estados Unidos. En 1610 se funda en el actual estado de Nuevo México, la ciudad de Santa Fe, una de las ciudades más antiguas de Estados Unidos.
Las misiones religiosas fueron una parte crucial de la estrategia de España para colonizar y controlar las regiones del norte de su imperio. En California, por ejemplo, se establecieron 21 misiones bajo la dirección de frailes franciscanos como Junípero Serra. Estas misiones, no solo tenían el objetivo de convertir a los nativos americanos al cristianismo, sino también de asentar la presencia española y expandir la agricultura y la ganadería en la región.
Similarmente, en Texas, se establecieron varias misiones, incluyendo la famosa Misión de San Antonio de Valero, más conocida como El Álamo. Las misiones en Texas fueron fundamentales para el desarrollo de las ciudades y el control del territorio, aunque también fueron sitios de conflicto entre los españoles, los nativos americanos y, más tarde, los colonos anglosajones.
Los franceses
Después de los españoles llegaron los franceses.
En 1524 Giovanni da Verrazzano, explorador italiano al servicio de la corona francesa, fue el primero en realizar una expedición patrocinada por Francia hacia América del Norte.
El explorador francés Jacques Cartier realizó tres expediciones importantes entre 1534 y 1542, navegando por el golfo de San Lorenzo y el río San Lorenzo, llegando hasta lo que hoy es Montreal.
En 1608, Champlain fundó la ciudad de Quebec, que se convirtió en el centro de la colonia de Nueva Francia. Esta colonia se expandió por gran parte del actual Canadá y parte de los Estados Unidos, especialmente a lo largo del río Misisipi y los Grandes Lagos.
Los ingleses
Pero si los indígenas se habían visto sorprendidos por los españoles y los franceses, se iban a encontrar con unos colonizadores mucho más salvajes.
Los primeros intentos de los británicos para establecer colonias en América del Norte no tuvieron éxito. Por ejemplo, la colonia de Roanoke, establecida en 1587, desapareció misteriosamente.
En 1607, los británicos lograron establecer su primera colonia permanente en Jamestown, Virginia.
El Mayflower llegó a lo que hoy es Estados Unidos el 21 de noviembre de 1620. Esta fecha corresponde al calendario gregoriano, ya que en ese tiempo se utilizaba el calendario juliano, según el cual la llegada fue el 11 de noviembre de 1620.
Por eso el día 21 de noviembre se celebra el Thanksgiving, el día de acción de gracias cuando los puritanos americanos llegaron al territorio que hoy es Estados Unidos.
¿Por qué es tan importante el Mayflower para los americanos si ya había colonias anteriores? Hay dos motivos esenciales:
Los Peregrinos del Mayflower buscaban libertad religiosa. Eran separatistas que querían practicar su fe sin interferencia del gobierno inglés o de la Iglesia de Inglaterra. Este deseo de libertad religiosa tuvo un impacto significativo en la cultura y los valores futuros de los Estados Unidos.
Antes de desembarcar, los hombres a bordo del Mayflower firmaron el Mayflower Compact, un documento que establecía un gobierno civil basado en el consentimiento de los gobernados y la voluntad de la mayoría. Este documento es considerado un precursor de la democracia estadounidense.
En 1624 los holandeses establecieron Nueva Ámsterdam (hoy Nueva York), pero los ingleses tomaron el control en 1664 y renombraron la ciudad y la colonia como Nueva York.
En muchas ocasiones , los colonos en América huían de persecuciones religiosas o de otro tipo..
William Penn recibió una concesión de tierra y fundó Pennsylvania como un refugio para los cuáqueros y otros grupos perseguidos.
Maryland fue fundada como un refugio para los católicos ingleses por Cecil Calvert, segundo Lord Baltimore.
Georgia, la última de las trece colonias iniciales de Estados Unidos, fue fundada en 1732 por James Oglethorpe como una colonia para deudores encarcelados por deudas en Inglaterra y un estado tapón para que los españoles de la Florida española y sus aliados indígenas no atacaran la rica colonia de Carolina del Sur..
Las colonias además desarrollaron economías diferentes. Mientras que las colonias del sur desarrollaron economías basadas en grandes plantaciones de tabaco, arroz e índigo, utilizando trabajo esclavo.En Nueva Inglaterra, la economía se diversificó con comercio marítimo, pesca y manufactura. Esta diferencia económica sería la base del conflicto civil futuro.
La Guerra de los Siete Años (1756-1763) fue un conflicto global que involucró a las principales potencias europeas de la época, incluyendo Gran Bretaña, Francia, España y otras naciones.
En América del Norte, la guerra se centró en la lucha entre Gran Bretaña y Francia por el control de vastos territorios. España, que estaba aliada con Francia, también participó en la guerra en el lado francés.
La Guerra de los Siete Años tuvo un impacto significativo en las colonias de América del Norte. Gran Bretaña y Francia, las dos potencias coloniales más importantes en la región, lucharon ferozmente por el control de territorios estratégicos, como el Valle del Ohio y Canadá. Finalmente, Gran Bretaña logró importantes victorias, incluyendo la captura de Quebec en 1759 y la caída de Montreal en 1760, lo que prácticamente selló el destino del imperio francés en América del Norte.
El conflicto terminó con el Tratado de París, firmado el 10 de febrero de 1763.
Por este tratado, Francia cedió la mayor parte de su territorio en América del Norte a Gran Bretaña, incluyendo Canadá y todas las tierras al este del río Misisipi, excepto Nueva Orleans.
España se vio obligada a ceder la Florida a Gran Bretaña. Este territorio incluía tanto la Florida oriental como la occidental, lo que privó a España de una región estratégica en América del Norte. Como compensación, Francia cedió a España el vasto territorio de Luisiana, que se extendía desde el río Misisipi hasta las Montañas Rocosas. Aunque esta adquisición fortaleció la presencia española en América del Norte, también implicó nuevos desafíos en la gestión y defensa de un territorio tan extenso.
La presencia francesa alrededor de Quebec no se difuminó a pesar del dominio británico. El Acta de Quebec, promulgada por el gobierno británico en 1774, reconoció y protegió los derechos de los habitantes francófonos. Este acto permitió a los habitantes de Quebec continuar practicando la religión católica y utilizar el derecho civil francés. También garantizó el uso del francés en la administración y la educación.
Después del Tratado de París el poder de España en América del Norte comenzó a declinar. Primero por los británicos y luego por los americanos.
La revuelta de las colonias
Las colonias americanas comenzaron a desarrollar un sentido de identidad separado de sus países de origen. La distancia física y cultural respecto a Gran Bretaña fomentó un sentimiento de autonomía que, con el tiempo, se convertiría en el deseo de independencia.
La relación entre las colonias y la metrópoli británica se deterioró a medida que el Reino Unido intentaba imponer una mayor carga fiscal para cubrir los costos de las guerras europeas, especialmente después de la Guerra de los Siete Años (1756-1763). Los impuestos como la Ley del Timbre y la Ley del Té fueron vistos como una imposición injusta por parte de los colonos, quienes no tenían representación en el Parlamento británico, de donde surgió el lema "no hay impuestos sin representación".
Este descontento llevó a un aumento de la resistencia colonial, que culminó en el estallido de la Guerra de Independencia en 1775. Bajo el liderazgo de figuras clave como George Washington, las colonias unidas lucharon contra las fuerzas británicas en una serie de batallas importantes, incluida la Batalla de Saratoga, que resultó ser un punto de inflexión. La Declaración de Independencia, firmada el 4 de julio de 1776, formalizó su ruptura con Gran Bretaña.
La guerra finalmente terminó con la victoria de los colonos y la firma de un nuevol Tratado de París en 1783, que reconoció la independencia de los Estados Unidos. Este triunfo no solo marcó el nacimiento de una nueva nación, sino que también inspiró movimientos revolucionarios en otras partes del mundo, como la revolución francesa de 1789.
Tras la independencia, Estados Unidos se enfrentó al desafío de crear un sistema de gobierno estable y funcional. La primera tentativa fue el sistema de los Artículos de la Confederación, que demostró ser ineficaz debido a la débil estructura central y la falta de poder para recaudar impuestos o regular el comercio entre los estados.
En respuesta, en 1787 se celebró la Convención Constitucional en Filadelfia, donde delegados de los estados redactaron una nueva Constitución que establecía un gobierno federal con tres ramas: ejecutiva, legislativa y judicial. Esta Constitución, ratificada en 1788, se convirtió en la ley suprema del país y aunque ha pasado por diversas enmiendas sigue siendo la base de la república americana.
La Carta de Derechos, agregada en 1791, garantizó libertades fundamentales como la libertad de expresión, de prensa y de religión, y protegió a los ciudadanos contra el abuso del poder del gobierno. Bajo la presidencia de George Washington, el primer presidente de la nación, se establecieron precedentes importantes, como la creación del gabinete presidencial y el concepto de neutralidad en asuntos exteriores.
El destino manifiesto
Con la independencia asegurada, Estados Unidos miró hacia el oeste, hacia las vastas tierras que se extendían más allá de las colonias originales.
La Compra de Luisiana en 1803, durante la presidencia de Thomas Jefferson, duplicó el tamaño del país al adquirir un inmenso territorio de Francia. Este fue el primer paso significativo en la expansión hacia el oeste, un proceso que se vería acelerado por la ideología del Destino Manifiesto.
El Destino Manifiesto era la creencia de que los estadounidenses estaban destinados a expandirse por todo el continente norteamericano, desde el Atlántico hasta el Pacífico. Este concepto impulsó la expansión territorial agresiva, incluyendo la anexión de Texas en 1845 y la Guerra Mexicano-Estadounidense (1846-1848), que resultó en la adquisición de vastos territorios en el suroeste, incluyendo California, Nuevo México y Arizona, territorios que pertenecían a México desde su independencia de España en 1821.
El efecto de los europeos en las poblaciones indígenas
Sin embargo, esta expansión no estuvo exenta de conflictos. La expansión hacia el oeste, tuvo un impacto devastador en las poblaciones indígenas. Las enfermedades traídas por los europeos, como la viruela, el sarampión y la gripe, para las cuales los nativos no tenían inmunidad, provocaron la muerte de millones de personas. Se estima que las poblaciones indígenas de América del Norte disminuyeron en un 90% en las primeras décadas tras el contacto europeo.
Cuando se critica a la conquista española en América no hay que olvidar la realidad de que mientras en las zonas conquistadas por España sigue existiendo en gran número la población indígena no ocurre lo mismo en las poblaciones conquistadas por Inglaterra en las que la población indígena prácticamente ha desaparecido.
Además de las enfermedades, el contacto con los europeos introdujo nuevos elementos en la vida indígena, como el caballo, que transformó las sociedades de las Grandes Llanuras, y las armas de fuego, que alteraron los equilibrios de poder entre diferentes tribus. Las colonizaciones europeas también resultaron en la pérdida de vastas extensiones de tierra para los pueblos indígenas, quienes fueron desplazados, reubicados y a menudo enfrentados en guerras y conflictos con los colonos.
Pero los conflictos con las poblaciones indígenas no serían los únicos para el nuevo país.
La Guerra Civil
A medida que Estados Unidos crecía, también lo hacían las tensiones internas, particularmente en torno a la cuestión de la esclavitud. El norte, más industrializado y urbanizado, se inclinaba hacia la abolición, mientras que el sur, con su economía agrícola dependiente del trabajo esclavo, se aferraba a la esclavitud.
Estas tensiones llegaron a un punto crítico con la elección del republicano Abraham Lincoln como presidente en 1860, quien se oponía a la expansión de la esclavitud en los nuevos territorios. En respuesta, varios estados del sur se separaron de la Unión, formando los Estados Confederados de América. Esto llevó al estallido de la Guerra Civil en 1861, un conflicto brutal que duraría cuatro años.
La Guerra Civil fue la más sangrienta en la historia de Estados Unidos, con batallas decisivas como Gettysburg que marcaron el punto de inflexión a favor de la Unión.
En 1863, Lincoln emitió la Proclamación de Emancipación, que declaró la libertad de todos los esclavos en los estados rebeldes. La guerra terminó en 1865 con la rendición de la Confederación, seguida por la abolición formal de la esclavitud mediante la Decimotercera Enmienda.
La Era de la Industrialización
Después de la Guerra Civil, Estados Unidos experimentó un período de rápida industrialización y urbanización, conocido como la Era Dorada. Este período, que abarcó desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX, estuvo marcado por un crecimiento económico sin precedentes, impulsado por la expansión ferroviaria, la innovación tecnológica y la inmigración masiva.
Las ciudades crecieron rápidamente, y la economía de Estados Unidos se transformó de una sociedad agraria a una potencia industrial. Sin embargo, este crecimiento también trajo consigo profundas desigualdades sociales y económicas. Los magnates industriales, acumularon grandes fortunas, mientras que los trabajadores enfrentaban condiciones laborales duras y salarios bajos.
En respuesta a estas desigualdades, surgió a finales del siglo XIX y principios del XX, un movimiento progresista que buscaba reformar el sistema político y económico. Los progresistas abogaron por la regulación de las grandes corporaciones, la mejora de las condiciones laborales y la expansión de los derechos democráticos, incluyendo el sufragio femenino, que finalmente se logró con la Decimonovena Enmienda en 1920.
Participación en las Guerras Mundiales
El siglo XX vio a Estados Unidos emergiendo como una potencia mundial, en gran parte debido a su participación en las dos Guerras Mundiales. En la Primera Guerra Mundial, que estalló en 1914, Estados Unidos inicialmente mantuvo una política de neutralidad. Sin embargo, en 1917, tras una serie de provocaciones, incluyendo la guerra submarina sin restricciones por parte de Alemania, Estados Unidos entró en la guerra del lado de los Aliados. Su intervención fue decisiva, y en 1918 la guerra terminó con la victoria aliada.
Tras la guerra, Estados Unidos adoptó una postura de aislacionismo, reacio a involucrarse en los asuntos europeos. Sin embargo, este enfoque cambió drásticamente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939. Tras el ataque japonés a Pearl Harbor en 1941 Estados Unidos entró en la guerra. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos no solo jugó un papel clave en la derrota de las potencias del Eje, sino que también emergió como una superpotencia global, con una economía fuerte y un ejército formidable.
La Guerra Fría
El final de la Segunda Guerra Mundial marcó el inicio de la Guerra Fría, un período de tensión geopolítica entre Estados Unidos y la Unión
Soviética que duró desde 1947 hasta 1991. Esta confrontación no se libró en el campo de batalla de manera directa, sino a través de conflictos indirectos, una carrera armamentista, y la competencia ideológica entre el capitalismo liderado por Estados Unidos y el comunismo de la URSS.
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos se involucró en una serie de conflictos globales para contener la expansión del comunismo. Entre estos, destacan la Guerra de Corea (1950-1953), que terminó en un armisticio que dividió la península en Corea del Norte y Corea del Sur, y la Guerra de Vietnam (1955-1975), que fue un conflicto largo y controvertido que terminó con la retirada de las tropas estadounidenses y la eventual unificación de Vietnam bajo un gobierno comunista.
Además de los conflictos militares, la Guerra Fría también incluyó una intensa competencia tecnológica y espacial. Esto se evidenció en la Carrera Espacial, que culminó con la llegada del hombre a la Luna en 1969, un logro significativo para Estados Unidos.
La Guerra Fría no solo definió la política exterior de Estados Unidos durante gran parte del siglo XX, sino que también tuvo profundas implicaciones en la política interna, como el auge del macartismo, que fue una caza de brujas contra presuntos comunistas dentro del país.
El colapso de la Unión Soviética en 1991 marcó el final de la Guerra Fría, dejando a Estados Unidos como la única superpotencia mundial. Esto consolidó su papel como líder en asuntos internacionales y en la promoción del capitalismo y la democracia en todo el mundo.
El Siglo XXI
El inicio del siglo XXI ha presentado nuevos desafíos y oportunidades para Estados Unidos. En 1990 Irak invade Kuwait. En 1991 Estados Unidos entra en Irak en lo que se llamó la guerra del Golfo. Por el Golfo Pérsico.
Los tristemente famosos ataques a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001 marcaron un punto de inflexión en la historia moderna del país, llevando a la Guerra contra el Terrorismo, que incluyó invasiones a Afganistán en 2001 y a Irak en 2003. Estos conflictos, aunque tuvieron como objetivo desmantelar organizaciones terroristas y dictaduras, han sido objeto de debates intensos y han tenido consecuencias a largo plazo en la región de Medio Oriente.
Finalmente Estados Unidos se retiró de Irak en el año 2011 y de Afganistán en el año
Internamente, Estados Unidos ha enfrentado desafíos económicos significativos, incluidos la Gran Recesión de 2008, que afectó profundamente su economía y provocó una crisis financiera global. Sin embargo, también ha sido un período de innovación tecnológica acelerada, que ha consolidado el liderazgo estadounidense en campos como la informática, la biotecnología y las energías renovables.
En la política exterior, Estados Unidos sigue desempeñando un papel central en la diplomacia global, aunque enfrenta una competencia creciente de otras potencias como China.
El crecimiento económico de China Unida al crecimiento poblacional de otros países como la India y los problemas económicos en Estados Unidos derivados de la inflación y la creación de un enorme cantidad de dólares como consecuencia de la impresión de la moneda después de la crisis del covid así como la resistencia de algunos países a utilizar ya el dólar como moneda de intercambio en la adquisición de materias primas como el petróleo plantean interrogantes respecto al futuro de Estados Unidos.