La Ley Seca nació cuando el Congreso de los Estados Unidos ratificó la 18ª Enmienda en 1920. Por ella se prohibía la fabricación, el transporte y la venta de bebidas alcoholicas.
Pero a pesar de la ley, la gente seguía bebiendo en bares clandestinos conocidos como speakeasys abastecidos por contrabandistas. Era imposible acabar por completo con la demanda de licor, así que el gobierno federal también intentó eliminar la oferta. Para ello, decidió envenenar el alcohol.
En aquella época, la mayor parte del alcohol de contrabando se destilaba a partir de alcoholes industriales como el metanol, también conocido como alcohol de madera.
Estos alcoholes ya eran peligrosos de por sí (por eso se contaban tantas historias sobre gente que se quedaba ciega por el alcohol de la época de la Prohibición), pero el gobierno decidió hacerlos aún más peligrosos como medida disuasoria.
Las directrices federales obligaron a las empresas químicas a añadir varias sustancias peligrosas a sus productos químicos. Además también se exigía que las fórmulas químicas incluyeran hasta un 10% de alcohol metílico, una sustancia que puede ser mortal en dosis de solo 25 mililitros.
Como era de esperar, murieron muchas personas. Sesenta y seis personas murieron el día de Navidad de 1926 por intoxicación etílica industrial, al igual que otras 41 el día de Año Nuevo de 1927. No se sabe con exactitud cuántas personas murieron pero algunos han llegado a afirmar que 10.000 personas fallecieron a causa del alcohol tóxico durante la Ley Seca. Otros , sin embargo, consideran que solo fueron unos pocos cientos.
La Ley Seca fue derogada el 5 de diciembre de 1933 a iniciativa de la nueva Administración demócrata de Franklin Delano Roosevelt. El gansterismo, fuertemente instalado en la sociedad norteamericana, derivó sus negocios hacia otras actividades, tales como el comercio de drogas o la prostitución.