El 18 de febrero de 1861, Víctor Manuel II de Saboya se reunió en Turín con los diputados de todos los estados que reconocían su autoridad y el 17 de marzo asumió el título de rey de Italia por la gracia de Dios y la voluntad de la nación.
Las potencias europeas lo reconocieron, aunque esto violaba los tratados de Zúrich y Villafranca que le prohibían ser rey de toda Italia.
Poco después murió el conde Camillo Benso, el conde de Cavour, viendo su gran obra casi terminada. Al morir dijo: «Italia está hecha, ya todo está seguro».
Pero Italia no estaba totalmente unificada. Aún faltaban Roma, gobernada por el papa, y el Véneto, bajo control del Imperio austríaco.
El Véneto se unió a Italia en 1866. Tras la Tercera Guerra de Independencia Italiana y el Tratado de Viena, el Imperio Austrohúngaro cedió el Véneto al Reino de Italia. La anexión se formalizó después de un plebiscito celebrado en octubre de ese mismo año, donde la gran mayoría de la población votó a favor de la unión con Italia.
El 20 de septiembre de 1870, las tropas del Reino de Italia entraron en Roma a través de la Brecha de Porta Pia, poniendo fin al poder temporal del Papa sobre los Estados Pontificios. Este evento marcó la incorporación de Roma y el territorio pontificio al Reino de Italia, completando así el proceso de unificación italiana conocido como el Risorgimento.
A partir de ese momento, Roma fue proclamada capital de Italia en 1871. El Papa, sin embargo, no reconoció la anexión y se consideró "prisionero en el Vaticano" hasta la firma de los Pactos de Letrán en 1929.
Los Pactos de Letrán, firmados el 11 de febrero de 1929 entre el Reino de Italia y la Santa Sede (representada por el Papa Pío XI y el gobierno italiano encabezado por Benito Mussolini), resolvieron la llamada “Cuestión Romana” que existía desde 1870, cuando Italia anexó Roma y los Estados Pontificios.
Principales acuerdos de los Pactos de Letrán:
- Reconocimiento del Estado de la Ciudad del Vaticano:
Italia reconoce la soberanía e independencia de la Santa Sede en un nuevo Estado, el Vaticano, con plena autoridad sobre su territorio. - Compensación económica:
Italia se compromete a pagar una indemnización a la Santa Sede por la pérdida de los Estados Pontificios: - 750 millones de liras en efectivo
- 1.000 millones de liras en títulos del Estado
- Catolicismo como religión oficial:
El catolicismo se declara religión oficial del Estado italiano. - Se garantiza la enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas.
- El Estado reconoce el matrimonio canónico (celebrado por la Iglesia).
- Acuerdos adicionales (Concordato):
- Se establecen derechos y privilegios para la Iglesia Católica en Italia.
- Se reconoce la jurisdicción eclesiástica sobre asuntos internos de la Iglesia.
- El clero queda exento del servicio militar obligatorio.
- Mutuo reconocimiento y respeto:
- La Santa Sede reconoce al Reino de Italia con Roma como capital.
- Se acuerda la neutralidad política de la Ciudad del Vaticano.
En resumen:
Los Pactos de Letrán pusieron fin al conflicto entre Italia y la Iglesia Católica, estableciendo la independencia del Vaticano y regulando las relaciones entre el Estado italiano y la Iglesia.
En ese momento la península itálica había concluído el proceso de unificación, llamado también Risorgimento. E Italia comenzaría a mirar hacia fuera, para crear ya no una nación, sino un imperio.
En 1869, la compañía italiana Rubattino había comprado el puerto de Assab para establecer una estación de carbón. Más tarde, el gobierno italiano adquirió este territorio.
En 1882, Italia declaró Assab como colonia oficial.
Aprovechando el debilitamiento del Imperio Otomano y la inestabilidad en Etiopía y Egipto, Italia expandió su control. En 1885, Italia ocupó Massawa, un puerto clave en la costa eritrea, desplazando la influencia egipcia y otomana.
Tras la ocupación de Massawa, Italia avanzó hacia el interior, enfrentando resistencia local y etíope.
El Tratado de Uccialli (1889) entre Italia y el emperador etíope Menelik II reconocía, según la interpretación italiana, un “protectorado” sobre Etiopía, lo que Etiopía nunca aceptó plenamente.
En 1890, Italia proclamó oficialmente la colonia de Eritrea.
También desde finales del siglo XIX Italia había establecido acuerdos y protectorados en lo que hoy en día es Somalia. La administración inicial fue indirecta, apoyándose en líderes locales y acuerdos.
Diversos clanes somalíes y movimientos religiosos, especialmente liderados por Mohamed Abdullah Hassan (Conocido como "El Mullah loco"), se opusieron a la ocupación europea.
El 5 de abril de 1908, el Parlamento italiano promulgó una ley fundamental para unir todas las partes del sur de Somalia en un área llamada "Somalia Italiana".
Siguió habiendo enfrentamientos armados y campañas militares intermitentes durante varias décadas.
Pero vayamos a Libia.
A inicios del siglo XX, el nacionalismo italiano y la búsqueda de colonias impulsaron al gobierno italiano a fijarse en Libia, que en ese momento era una provincia otomana (Tripolitania y Cirenaica). Italia buscaba expandir su imperio colonial y consideraba a Libia como un territorio estratégico y relativamente fácil de conquistar debido a la débil presencia militar otomana en la región.
Italia emitió un ultimátum al Imperio Otomano exigiendo la cesión de Libia. Ante la falta de respuesta satisfactoria, Italia declaró la guerra el 29 de septiembre de 1911. El 4 de octubre, las fuerzas italianas desembarcaron en Trípoli y otras ciudades costeras.
El Imperio Otomano tenía la mayor parte de sus tropas en Yemen, enfrentando revueltas locales. Por ello, solo contaba con fuerzas policiales en Libia. Muchos oficiales otomanos viajaron por su cuenta, a través de Egipto (bajo control británico), para unirse a la defensa local.
Los otomanos organizaron a los habitantes libios para resistir la invasión italiana, recurriendo a tácticas de guerrilla.
Italia tenía superioridad marítima, lo que le permitió bloquear puertos y bombardear posiciones otomanas. El Imperio Otomano no pudo enviar refuerzos significativos por mar.
Aunque Italia tuvo controlado la zona costera desde el principio, el control del interior fue mucho más difícil, pero se realizó a partir de la llegada de Benito Mussolini al poder en el año 1922, cuando comenzó la llamada pacificación.
El conflicto terminó con el Tratado de Lausana (no confundir con el tratado posterior de 1923), mediante el cual el Imperio Otomano cedió oficialmente el control de Trípoli y Cirenaica a Italia. Aunque Italia se comprometió a devolver al Imperio Otomano, las islas del Dodecaneso,que había tomado como medida de fuerza, no llegó a hacerlo porque estalló poco después la primera guerra mundial.
En la Primera Guerra Mundial, Aunque Italia formaba parte originalmente de la Triple Alianza junto a Alemania y Austria-Hungría, no se unió inmediatamente a la guerra al estallar en 1914.
Italia alegó que la Triple Alianza era defensiva y que Austria-Hungría había sido la agresora, por lo que decidió permanecer neutral al principio del conflicto.
Durante su neutralidad, Italia mantuvo negociaciones tanto con las Potencias Centrales (Alemania y Austria-Hungría) como con la Entente (Reino Unido, Francia y Rusia).
En abril de 1915, Italia firma en secreto el Tratado de Londres con la Entente. A cambio de entrar en guerra contra Austria-Hungría y Alemania, los Aliados prometieron a Italia territorios que incluían partes del Tirol del Sur, Trieste, Istria, Dalmacia y otros territorios.
El 23 de mayo de 1915, Italia declara la guerra a Austria-Hungría (y más tarde a Alemania), uniéndose oficialmente al bando de la Entente.
Italia perdió aproximadamente 650,000 soldados durante la Primera Guerra Mundial (1915-1918). Además, hubo alrededor de 947,000 heridos y unos 600,000 prisioneros o desaparecidos. Estos datos incluyen tanto muertos en combate como por enfermedades, heridas y otras causas relacionadas con la guerra.
Al final de la primera guerra mundial, obtuvo algunos territorios como resultado del Tratado de Saint-Germain-en-Laye (1919) y el Tratado de Rapallo (1920), aunque no recibió todo lo que esperaba según el Pacto de Londres (1915).
Los principales territorios que consiguió fueron:
Tirol del Sur (Alto Adige): Región de habla alemana que pertenecía al Imperio Austrohúngaro.
Trentino: También parte del antiguo Imperio Austrohúngaro.
Trieste: Importante puerto en el Adriático.
Istria: Península en la costa del Adriático.
Gorizia y Gradisca: Región fronteriza entre Italia y Eslovenia.
Zara (Zadar): Ciudad en la costa dálmata (actual Croacia).
Islas del Adriático: Algunas islas menores frente a la costa de Dalmacia.
Territorios que no obtuvo (a pesar de haberlo reclamado)
Italia no logró obtener:
Gran parte de Dalmacia (solo obtuvo Zara y algunas islas).
Estos territorios aumentaron la extensión italiana, pero muchos italianos consideraron insuficientes las ganancias, lo que llevó al sentimiento de "victoria mutilada" y contribuyó al auge del fascismo.
Y los italianos trataron de ampliar las ganancias.
Rijeka llamada en italiano Fiume no había sido concedida a Italia, pero en septiembre de 1919, el poeta y nacionalista italiano Gabriele D’Annunzio lideró un grupo de nacionalistas (“arditi”) y ocupó la ciudad de Fiume por la fuerza, desafiando tanto al gobierno italiano como a los Aliados. D’Annunzio proclamó la Regencia Italiana del Carnaro, un Estado no reconocido internacionalmente.
El 12 de noviembre de 1920, Italia y Yugoslavia firmaron el Tratado de Rapallo, que establecía que Fiume sería un Estado libre e independiente: el Estado Libre de Fiume.
La situación era inestable y finalmente, en enero de 1924, mediante el Tratado de Roma, Yugoslavia e Italia acordaron dividir la región: Fiume pasó formalmente a ser parte de Italia y el cercano puerto de Sušak quedó bajo control yugoslavo.
Cuando Mussolini llega al poder, su deseo es establecer una nueva Roma y para ello pasa sus ojos por el mapa, mirando territorios en los que Italia se había fijado tradicionalmente y que no estaban muy defendidos.
Y primeramente se fija en Etiopía.
Italia ya había intentado colonizar Etiopía a finales del siglo XIX, pero fue derrotada en la famosa Batalla de Adwa en 1896. Esta vez, bajo el régimen fascista, Mussolini buscaba revancha y también consolidar un imperio colonial en África.
Italia lanzó la invasión desde Eritrea (colonia italiana) y Somalilandia italiana en octubre de 1935. Contaba con un ejército moderno y bien equipado frente a las fuerzas etíopes, que estaban menos armadas.
Las tropas italianas utilizaron armamento moderno, incluyendo tanques, aviones y armas químicas como el gas mostaza, lo cual estaba prohibido por tratados internacionales.
Aunque los etíopes ofrecieron resistencia y emplearon tácticas de guerrilla, la superioridad militar italiana resultó determinante.
El 5 de mayo de 1936 las tropas italianas entraron en la capital, Addis Abeba. Poco después, Mussolini proclamó la creación del África Oriental Italiana, que unificaba Etiopía con Eritrea y Somalilandia italiana.
Haile Selassie tuvo que exiliarse (regresó en 1941 tras la derrota italiana en la Segunda Guerra Mundial).
La Sociedad de Naciones condenó la invasión, pero sus sanciones contra Italia fueron ineficaces, lo que mostró la debilidad de la Sociedad de Naciones y alentó las políticas expansionistas de otros regímenes totalitarios.
La ocupación italiana duró solo hasta 1941, cuando fuerzas británicas y etíopes liberaron el país durante la Segunda Guerra Mundial.
Y se fijó en Albania.
El 7 de abril de 1939 Italia desplegó unos 22.000 soldados y 600 aviones.
La resistencia albanesa fue mínima. El ejército albanés era pequeño y mal equipado; la mayoría de las unidades no ofrecieron resistencia significativa. El rey albanés Zog I huyó del país con su familia y parte del tesoro nacional.
En pocos días, Italia logró el control total de Albania, y se proclamó la unión personal entre las coronas de Italia y Albania. Víctor Manuel III de Italia fue declarado rey de Albania.
Se instaló un gobierno títere bajo control italiano y se abolió la monarquía albanesa independiente.
Y desde Albania, Mussolini se fijó en Grecia
El 28 de octubre de 1940, Italia entregó un ultimátum al gobierno griego exigiendo libre paso para ocupar puntos estratégicos. El primer ministro griego, Ioannis Metaxas, rechazó el ultimátum (famoso “¡Oxi!” o “¡No!”), por lo que Italia invadió desde Albania.
Las fuerzas italianas esperaban una victoria rápida, pero se encontraron con una feroz resistencia por parte del ejército griego y el terreno montañoso dificultó el avance.
Sorprendentemente, los griegos no solo frenaron la invasión, sino que lanzaron una contraofensiva y lograron penetrar en territorio albanés ocupado por Italia.
Durante varios meses, Italia sufrió grandes pérdidas sin lograr avances significativos. Mussolini intentó una ofensiva final en marzo de 1941, pero fue nuevamente repelido.
Ante el fracaso italiano y la posibilidad de que Gran Bretaña estableciera bases en Grecia, Hitler decidió intervenir. En abril de 1941, Alemania lanzó la Operación Marita e invadió Grecia desde Bulgaria. La superioridad alemana obligó a los griegos y británicos a retirarse rápidamente.
La invasión fue un desastre para Italia y dañó la imagen de Mussolini.
Tras la intervención alemana, Grecia fue ocupada por las fuerzas del Eje (Alemania, Italia y Bulgaria).
El retraso causado por la campaña en Grecia obligó a Hitler a retrasar la invasión de la Unión Soviética (Operación Barbarroja), lo que tuvo consecuencias importantes más adelante en la guerra.
La derrota en la segunda guerra mundial haría caer una a una todas las posesiones italianas fuera de Italia.
El sueño de Italia de crear una nueva Roma se había acabado.